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HISTORIA

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La educación de la mujer en el Uruguay fue cobrando fuerza desde el final del siglo XIX y principio del siglo XX, al difundirse las ideas promotoras de modificar las condiciones de la mujer en la sociedad uruguaya, impulsando su inserción en los campos educativo, profesional, y teniendo en cuenta el reconocimiento y ejercicio de sus derechos políticos y civiles.

La reforma escolar de 1877 permitió a las mujeres participar activamente en el desarrollo de la enseñanza primaria como docentes; en 1882 se creó el Instituto Normal para Señoritas.

La ilustración de la mujer a través del acceso a todos los grados de la educación y de la carrera universitaria fue impulsada por algunos sectores, aunque los prejuicios fueran fuertes, contó con el apoyo de José Batlle y Ordóñez, primero a través de su prédica en el diario El Día y luego desde su cargo como Presidente de la República.

En distintos países, especialmente europeos, se difundía propaganda a favor del acceso a los cargos públicos y su participación política a través del sufragio, generando un ámbito favorable en nuestro país.

Los ejemplos más destacados en primera instancia de la participación femenina, fueron las hermanas Luisi, Paulina egresó en 1908 como médica cirujana de la Facultad de Medicina, después de haber hecho la carrera de maestra y Clotilde obtuvo el título de abogada en 1911 al cursar en la Facultad de Derecho. A los cursos de enseñanza secundaria y preparatoria asistían 104 mujeres.

Si bien, desde el punto de vista legal, nada impedía la educación de las mujeres, las costumbres de la época limitaban la asistencia a los centros de enseñanza, conceptos anticuados, resabios de concepciones difíciles de transformar.

El día 17 de mayo de 1912 se creó la sección de Enseñanza Secundaria y Preparatoria para Mujeres. Esta ley forma parte de un conjunto de iniciativas que el gobierno de José Batlle y Ordóñez impulsó en la educación, es también el reflejo de de nuevas corrientes renovadoras y de liberación de la mujer que venía dándose en distintas partes del mundo, aunque también hubo sectores sociales que se opusieron.

A partir de abril del año 1913 comenzó a funcionar la nueva área de la educación con la dirección de la decana fundadora Dra. Clotilde Luisi. En diciembre de 1944 se le dio el nombre de Instituto José Batlle y Ordóñez.

De acuerdo a los requerimientos se fueron incorporando paulatinamente los libros, los materiales, los laboratorios de física, química, historia natural, el gimnasio, aportados por el rectorado de la Universidad y el Ministerio de Instrucción Pública. En los primeros años se inscribieron 66 alumnas y otras rindieron exámenes libres. En el año 1962 concurrían al Instituto 2035 alumnas a los cursos de la sección secundaria y 982 a los cursos de la preparatoria.

Al mismo tiempo que se desarrollaban las actividades curriculares, se dictaban clases libre, como dactilografía que se inauguró en 1913; posteriormente se abrieron cursos de Contabilidad, Taquigrafía, Encuadernación, tejidos a máquina y en telar, corte y confección. Además se establecieron cursos de dietética infantil, arte dramático y escenografía; en cierto período se desarrolló un curso de Esperanto.

Desde 1959, por iniciativa de la Dirección del Instituto y de la Asociación de Profesores y Alumnas, existió un servicio de Asistencia Social destinado a orientar a las estudiantes.

La Biblioteca en el primer año contaba con 3000 volúmenes, con un pedido diario de 20 libros, hacia 1962 ya contaba con 78.000 ejemplares, prestándose diariamente unos 200 libros a las estudiantes. En la dirección del Instituto se destacaron: Dra. Francisca Betervide de Pinto, Dra. Inés Luisi de Villero, Isabel Arbildi de de la Fuente, Esperanza Sierra de Artuccio y Alicia Goyena desde 1944.

La localización edilicia estuvo en primer lugar en un edificio histórico, construido en las calles Soriano y Paraguay (durante el gobierno de Giró para el Hospital Italiano), luego en el local de la Av. Del Libertador Lavalleja (hoy IPA) y finalmente en su actual emplazamiento en la calle Castro.

“El Instituto José Batlle y Ordóñez es, en síntesis, una expresión vigorosa de nuestra vida espiritual, que ha adquirido rasgos propios y profundo arraigo colectivo, y que ha proyectado una fecunda y benéfica influencia en el desarrollo cultural y social de la nación”, en palabras de María Julia Ardao.

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